AlejandroBovinoMaciel -escritor-
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  • Página del escritor Alejandro Bovino Maciel.
    Nacido en Corrientes, Argentina, 1956. Vive en Buenos Aires. Es médico psiquiatra egresado de la UBA, escritor de narrativa, ensayos y teatro. Vive actualmente en Buenos Aires.
  • TEATRO POLÍTICO ARGENTINO-3 
    TRES OBRAS DE TEATRO *EDITORIAL EUDEBA*
  • U
    Novela de ficción histórica.
  • TEATRO POLÍTICO ARGENTINO-3
    LIBRO PUBLICADO POR *EUDEBA*

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Cándido López, el Manco de Curupaity: "Campamento de los aliados" uno de sus cuadros sobre la Guerra de la Triple Alianza.

RESPONSOS DEL PASADO

 

Este libro tiene dos partes. En la primera, recogí la parte argentina que me cupo en el libro “Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco” que editó Alfaguara en 2001 y tenía, además de esta narración argentina, tres narraciones más: “Frente al frente paraguayo” de Augusto Roa Bastos, “Los papeles del general Rocha Dellpiane” del uruguayo Omar Prego Gadea y “Un barón no miente, envejece” del brasileño Eric Nepomuceno.

Fue, por lo que dicen los académicos que lo estudiaron, el primer libro del Mercosur escrito por cuatro autores representantes de las cuatro naciones que fundaron el Mercosur, reunidos alrededor de un tema nada cómodo como fue el de esa desastrosa guerra azuzada contra el Paraguay en la segunda mitad del siglo XIX.

Publico entonces la parte argentina de aquella “novela a ocho manos” como la definió un periodista de Sao Paulo.

En la segunda parte están dos cuentos vinculados al mismo tema, a la misma guerra, a las mismas atrocidades; ya han sido publicados en Paraguay por Servilibro (2011) y llevan el prólogo de Milagros Ezquerro, Directora del Departamento de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de La Sorbona, de París.

PRÓLOGO

 

No es fácil hablar de la guerra, y mucho menos dirigiéndose a un público de jóvenes. Hoy en Paraguay los jóvenes, afortunadamente, no han vivido ninguna guerra, aunque hayan podido ser testigos de alguna forma de violencia individual y colectiva, que nunca escasea, en cualquier país. Pero en la escuela han estudiado Historia y han podido comprobar que la historia de Paraguay relata episodios bélicos tremendos, y entre ellos, quizás el más tremendo –aunque todas las guerras son tremendas-, el que ha dejado una huella indeleble en el imaginario colectivo, en la memoria del pueblo, es sin duda la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), o Guerra Grande, Guerra Guazú. Quizás también hayan leído alguna novela o algún cuento, o algún fragmento de texto que hable de esta guerra, pues los textos, la literatura son una manera muy agradable, y no menos eficaz, de acercarse a la Historia del mundo y de su propio país.

 

Yo, que no soy paraguaya pero le tengo mucho cariño al pueblo y a la cultura de “esa isla rodeada de tierra”, tuve la suerte de conocer al país y a su literatura gracias a Augusto Roa Bastos, a sus cuentos, a sus novelas, a su teatro y a su persona. En su segundo exilio, cuando tuvo que salir de la Argentina en 1976, después de haber pasado casi treinta años en Buenos Aires, el gran escritor llegó a la ciudad de Toulouse, en el sur de Francia, acogido por la Universidad, donde enseñó durante muchos años y donde yo era profesora. Ya en su primera novela, Hijo de hombre, el personaje del anciano Macario había vivido los horrores de la Guerra Grande, y el futuro escritor, de niño, había escuchado relatos orales de los ancianos que habían conocido algún episodio de la tragedia. Mucho más tarde, en una de sus últimas novelas, El fiscal, publicada en 1993, poco antes de su regreso definitivo a Paraguay, Roa Bastos narra, de manera mucho más extensa, algunos aspectos de la Guerra Guazú, hasta la muerte del presidente Francisco Solano López. El último testimonio que dejó de su obsesión por este periodo tan aciago de la historia de su pueblo es una obra teatral dedicada a una admirable y hermosa heroína de la tragedia paraguaya, Pancha Garmendia.

 

Indudablemente, Alejandro Bovino Maciel es el heredero de la memoria roabastiana en estos cuentos que nos ofrece. Lo es porque es gran conocedor de la obra y de las obsesiones literarias de Augusto Roa Bastos. Pero lo es también por su doble condición de argentino nativo y de paraguayo de adopción. Esta doble condición le hace particularmente receptivo a la crueldad de una guerra fratricida que opuso, en una relación tremendamente desigual, tres grandes naciones a un pueblo heroico hasta más allá de la muerte y del último sacrificio. Por eso le interesa tanto el personaje histórico de Domingo Sarmiento, presidente de la República argentina y jefe supremo del ejército aliado, que dejó masacrar el último batallón paraguayo integrado por unos tres mil niños de ocho a diez años. Parece increíble que una figura tan elogiada en la cultura argentina, de tanto valor intelectual y ético, pueda haberse comportado de esa manera. Aquí, Alejandro Bovino Maciel nos introduce en la ficción histórica para hacernos comprender mejor los misterios de las entretelas del alma humana: combina los documentos históricos (fragmentos de las cartas de Sarmiento, en cursiva) con una ficción que da otra versión de los acontecimientos históricos, de lo que hubiera podido acontecer. El recurso a los testimonios orales, tan propios de la tradición paraguaya, confiere una vida peculiar al relato, lo hace más cercano, y a la vez muestra la impronta que dejó en la mente popular la tragedia de la guerra. Es importante también que se escuchen voces femeninas, pues bien sabemos que las mujeres, a pesar de haber sufrido muchísimo en carne propia, fueron las que se hicieron cargo de la memoria y de la reconstrucción de un país en ruinas.

“Tía Emilia tiene miedo de morir” da la palabra a un joven que relata con humor las mil travesuras que hace en compañía de sus tres primos. Se burlan despiadadamente de todos los mayores, padres, madres, tíos y tías, para vengarse de las prohibiciones y de las muchas reglas que les imponen. Todo funciona en esta pequeña guerra entre generaciones, hasta que un día llega la tía Emilia, que vive en Asunción, vestida de luto. Intrigados, curiosos, los niños la miran con asombro y la tía decide explicarles lo que le ha pasado, y su relación, más allá de la muerte, con su difunta abuela. El relato de tía Emilia es un ejemplo de lo que es, en la tradición oral, la cadena de la comunicación: lo que vivió, durante la Guerra Guazú, su abuela Nicasia, ésta se lo contó a su hija, que luego sería la madre de Emilia, que a su vez se lo contó a su hija. La memoria de estas tres generaciones se transmite ahora en el relato que Emilia les hace a sus cuatro sobrinos, y uno de ellos es el que, a su vez, nos entrega esa larga y dolorosa memoria. El episodio de la guerra enfocado en este cuento es la ocupación de Asunción por las tropas brasileñas, a partir del 1 de enero de 1869, cómo saquearon y arrasaron la ciudad, ayudados por las tropas argentinas. Una vez más vemos que las mujeres, viudas de los soldados muertos en el frente, quedaron desamparadas a cargo de los niños, los ancianos y los heridos, expuestas a la brutalidad y a las vejaciones de todo tipo de parte de las tropas de ocupación, que no respetaron ni siquiera las sepulturas.

 

Estos hermosos cuentos, narrados con pudor, pero también con la voluntad de no ocultar la crueldad de la guerra, son para los jóvenes paraguayos una ofrenda de memoria y de verdad. Las nuevas generaciones tienen el derecho, e incluso el deber, de no ignorar eso que el gran pintor español Francisco Goya, a raíz de la invasión de España por las tropas francesas de Napoleón, plasmó en una alucinante serie de grabados titulada Los desastres de la guerra (1810-1820). Hoy día sigue habiendo, en muchos lugares del mundo, cantidad de desastres de la guerra.

 

Milagros Ezquerro San José

Universidad de París Sorbona.

“Responsos del pasado”, de Alejandro
Bovino Maciel
Por Luis Benítez

 

 

El sello argentino Ediciones de la Paz acaba de publicar un nuevo título
del reconocido autor local, que recoge en sus páginas narraciones
referidas a la decimonónica Guerra de la Triple Alianza, librada por Brasil,
Argentina y el Uruguay contra el Paraguay.

Entre 1864 y 1870, un vergonzoso hecho de armas ensombreció América
Latina y fue reflejado, con opiniones dispares, por la prensa internacional.
Paraguay, el país latinoamericano de floreciente desarrollo comercial, social,
político y cultural, autosuficiente y dotado de una moderna infraestructura, fue
canallescamente agredido por un pacto entre el entonces imperio brasileño,
Argentina y el Uruguay, consecuentes con su subordinación a los intereses
británicos en la región.
Resultaba intolerable para los agresores y su patrocinante europeo que una
nación como la paraguaya no dependiera de las importaciones extranjeras y,
además, cobrara impuestos por la navegación de sus vías fluviales, en pleno
ejercicio de su indiscutible soberanía. La geopolítica deseada por los intereses
foráneos y la necesidad de colocar en la mayor plaza posible el abrumador
stock generado por la Revolución Industrial hacían obligatoria la destrucción de
la floreciente patria del mariscal Francisco Solano López Carrillo (1827​-1870),
quien no dudó en enfrentar -de manera desigual en fuerzas y armamento- a las
tres naciones coaligadas en su ataque, fervientemente seguido por todo el
pueblo paraguayo y comprometido a ofrendar inclusive su propia vida en pro de
tan justa causa.
El resultado, a todas luces previsible desde el comienzo mismo de la
sangrienta contienda, fue la derrota y aniquilamiento más atroz de los patriotas

liderados por el valeroso caudillo latinoamericano, a punto tal que, tras su
cobarde asesinato en la batalla de Cerro Corá, ya herido e indefenso, se
calculaba que el 90% de los hombres paraguayos de entre 12 y 60 años habían
fallecido a manos de los invasores. Con su capital, Asunción, bombardeada,
devastada y saqueada salvajemente por los tres ejércitos, simultáneamente los
vencidos perdieron el 40% de su territorio, convertido en botín de guerra. El
imperio brasileño se apoderó definitivamente de la extensa región que desde
entonces integra el estado de Matto Grosso do Sul y la Argentina sumó dos
provincias a las que ya anteriormente poseía: Misiones y Formosa.
La historia macro está compuesta por múltiples historias chicas y, como se
sabe, las partes son siempre mayores que el conjunto, más vívidas y palpables.
Ello se acrecienta en mucha mayor medida cuando de lo que se trata es de
hechos tan trágicos y abominables como el que ocupa el eje central del
volumen en cuestión y, si los detalles provienen de una pluma tan
experimentada y acabadamente documentada como la del escritor argentino
Alejandro Bovino Maciel, el resultado es una crónica narrativa que no ahorra
ponderaciones por parte del lector.
Buena parte del horror, las miserias y los heroísmos de esa terrible realidad
que fue la Guerra de la Triple Alianza se haya contenida en estas historias que,
desde la proyección que brinda la ficción, permiten conocer mejor y más
detenidamente lo que exhibe la pantalla de la historia. Lo que esta muestra y lo
que esconde, con una precisión cinematográfica, atraviesa las páginas de
Responsos del pasado, como una lección inolvidable de cuanto es capaz de
hacer la humanidad cuando, desde su interior, desata a la bestia salvaje que
albergamos todos. Lección todavía no aprendida a pesar del paso del tiempo, y
que debería de pesar más todavía en las conciencias cuando, a pesar de que
aunque transcurrió más de siglo y medio desde aquellas atrocidades,
continuamos viviendo en un mundo en guerra por causas similares a las que
originan todas.
El historiador y militar griego Tucídides (circa 460 a. C.- ¿390 a. C.?) sostenía
que la paz era simplemente un período efímero entre guerras. Bovino Maciel
habla con talento y a las claras del precio que tiene darle al ateniense la razón.

3

El autor
El poeta, ensayista, dramaturgo y narrador argentino Alejandro Bovino Maciel
nació en la provincia de Corrientes en 1956. Entre otros, ha publicado los
siguientes títulos: La salvación, después de Noé (cuentos y ensayos, Editorial
Ocruxaves, Buenos Aires, 1989); Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco
(relatos, en coautoría con Augusto Roa Bastos, Omar Prego Gadea y Eric
Nepomuceno, Edit. Alfaguara, Buenos Aires, 2000, Editorial Record, Brasil, Río
de Janeiro, 2001); El trueno entre las páginas (conversaciones con Augusto
Roa Bastos, Editorial Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2002);  Polisapo
(narración en coautoría con Roa Bastos, Ed. Servilibro, Asunción, Paraguay,
2002, Editorial Libresa, Ecuador, 2005, Editorial Laberinto, España, 2006); La
Bruja de oro (nouvelle infanto-juvenil, Servilibro, Paraguay, 2004);
Prostibularias-1 (en coautoría con otros autores paraguayos y argentinos,
Editorial Servilibro, Paraguay, 2002); Diários de um rei exiliado (Editorial
Landmark, Sao Paulo, Brasil, 2005); El señor es contigo (en coautoría con
Gloria Rubin, investigación sobre feminicidio en Paraguay, Servilibro,
Paraguay, 2005); 20 poemas de humor y una canción disparatada (en
coautoría con Pepa Kostianovsky, Servilibro, Paraguay, 2005); Culpa de los
muertos (novela, Editorial Rubeo, Barcelona, 2007); Cuentos en la guerra y en
la paz (Servilibro, Paraguay, 2011); La faute des morts (novela, Editions La
Derniére Goutte, Estrasburgo, Francia, 2014); Teatro Político-1 (Editorial
Intercontinental, Asunción, Paraguay, 2012); Enero. Los perros de Dios
(Editorial Servilibro, Asunción, Paraguay, 2013); Teatro Político-2 (Editorial
Nueva Generación, Buenos Aires, 2015); Teatro Político-3 (Editorial EUDEBA,
Buenos Aires, 2016). Es director de Palabras Escritas, revista-libro, diálogo
cultural entre Brasil e Hispanoamérica, Edit. Servilibro, Paraguay. Es miembro
de SAL-REDAL, centro de estudios de la Universidad de la Sorbona, París,
Francia.

RESEÑA DE “RESPONSOS DEL PASADO”
De Alejandro Bovino Maciel

Por Alberto Boco

 

“Mi destino es –definitivamente– describir lo que existe para escribir lo que no existe”
“No escribo la Historia, sólo consigno dudas, como todo hombre.”
(Del diario del personaje narrador en que se basa el primero de los tres relatos del libro)

 

Para empezar demos una cálida bienvenida a la segunda edición de CUENTOS EN LA GUERRA Y
EN LA PAZ (Memorias de la Guerra de la Triple Alianza, 1865-1870), (…) del escritor Alejandro
Bovino Maciel, nacido en Corrientes, Argentina en 1956. El libro lo ha publicado la editorial (…)
Tal como lo indica el autor en el prefacio de esta edición, el volumen se compone de dos partes: la
primera recoge la parte argentina del libro “Los Conjurados del Quilombo del Gran Chaco” (Editorial
Alfaguara, 2001), libro escrito a cuatro manos por Alejandro Bovino Maciel con Augusto Roa Bastos
(Frente al Frente Paraguayo), el uruguayo Omar Prego Gadea (“Los Papeles del General Rocha
Dellepiane”) y el brasileño Eric Nepomuceno (“Un Barón No Miente, Envejece”).


Esta edición se completa en su segunda parte con dos relatos de Bovino Maciel relacionados con el
mismo tema, la Guerra Guazú, tal como se la suele mencionar en Paraguay en el bello y musical
idioma Guaraní. Estos dos cuentos, titulados “El viejo Señor Sarmiento” y “La Tía Emilia Tiene
Miedo de Morir” vieron la publicación en Paraguay en el año 2011 por el sello Servilibro.
El volumen cuenta con un preciso e impecable prólogo a cargo de Milagros Esquerro San José de la
Universidad de Paris Sorbona.


Vamos en enfocar esta reseña desde distintos ejes entorno a los cuales pivotan las diversas facetas de
la narración que, como un poliedro, desde múltiples aristas, nos entrega su notable fluidez y su
poderosa belleza aún en medio de un tema que no escatima en crueldad, horrores e indignidades
donde, a pesar de ello el autor encuentra espacio para la ternura, el amor, los afectos, la lealtad, la
reflexión.


Un aspecto para destacar es la presencia de la poesía que aquí se manifiesta en un texto narrativo y
que no habrá de escapar a la mirada de un lector atento y sensible, una poesía que no se expresa en el
territorio de lo heroico al estilo del “Canto de Amor y Muerte del Corneta Cristóbal Rilke”, de Rainer
María Rilke (1), sino en la tristeza y el absurdo, como los que dan cuenta las líneas del poeta griego
Odysseas Elytis en “Canto Heroico y Fúnebre del Subteniente Caído en Albania”, cito al gran poeta
griego: “Vacío el casco, fangosa la sangre/ a su lado el brazo mutilado/ y en el entrecejo / pequeño
pozo amargo, huella del destino/ ¡Pozo donde se congela el recuerdo!”(2).


Muchas veces imágenes de alto vuelo poético vibran en el discurso del autor no como un oropel sino
potenciando con la fuerza de imágenes y metáforas la situación del momento. Por citar algunos:
“unas matas de plantas sarmentosas que siempre están pidiendo el cielo al pobre suelo, sin nunca
alcanzarlo”.

“El aire está vacío. Únicamente la resolana está sitiando todo; levanta un vapor caliente que hace
pensar que la tierra suspira”


O cuando reflexiona: “El pasado no es bueno ni malo: es inapelable"


Otra de las caras es obviamente la guerra. Sobre guerras justas o no, necesarias o no, se podrá
discutir largamente. Sobre el absurdo de toda guerra no, seguramente; esa especie de enfermiza
tendencia a la destrucción (y a la autodestrucción) que es patrimonio exclusivo del triste animal
humano, y de la que han dado cuenta una infinidad de obras literarias, cinematográficas y pictóricas.
No vamos a abundar. Sí señalar, y es opinión de quien escribe estas líneas, que acaso la Guerra de la
Triple Alianza haya sido la más injusta, cruel y despiadada de las guerras americanas, “Una guerra
criminal. Innoble. Insensata”, como bien dice uno de los personajes, una contienda bélica fuera de
todo equilibrio entre los contendientes, donde no solo murieron soldados sino donde mujeres,
ancianos y niños fueron masacrados sin piedad por designio de oscuros intereses y bajo el mando de
personajes que luego cierta mirada de la historia ha entronizado como héroes y próceres. Si algo nos
quiere decir el autor sobre esta guerra nada mejor que este párrafo, donde uno de sus personajes,
herido y a punto de morir, el brigadier Aranda, le habla a uno de sus subalternos que se acerca para
ayudarlo. Cuenta el subalterno:


“Me explicó que el poder es tan perverso como invisible. Me preguntó por qué peleábamos en esta
guerra. No sabía qué decir. Pensaba lo mismo de los paraguayos, pero en nuestras filas tampoco
sabemos bien por qué decidimos dedicarnos colectivamente al crimen, comandados por los
superiores, que sólo imparten órdenes que reciben de sus generales y éstos, del poder central ubicuo,
inasible, ciego a los destinos de los que combaten en el frente. Señaló el cielo con un dedo
tembloroso y recordó que de ahí procedían todos los errores. Que imitando la idea del poder de
Dios, los hombres se arrogaron el mando de decidir por todos, lo que el más fuerte cree que es la
verdad.”


Dentro del desolador panorama de la guerra y sus consecuencias el autor ha depositado una mirada
sensible, piadosa, me atrevería a decir casi amorosa, sobre la dimensión humana de sus personajes,
como en el fragmento que acabamos de transcribir, o en la utopía de la comunidad pacífica y
pacifista (Fundación, Apogeo y Ocaso del Quilombo del Gran Chaco) que, auto aislada, se da sus
propias leyes y modo de vida comunitaria mientras espera su destino, casi anunciado en tanto el
mundo a su alrededor se despedaza en la guerra.


En el segundo de los cuentos un viejo y decrépito Sarmiento, acosado por la pena y la culpa, cautivo
de pesadillas de las que sólo puede liberarse con la muerte, recibe un vendaval de justicia aunque
parezca una leve brisa, en las palabras de una humilde mujer que el azar, ese dios ateo, ha puesto al
servicio del anciano. En este relato es especialmente significativa la vos de las mujeres.


El tercero es una narración en tiempos de paz y con la guerra ya lejana pero cuyos efectos viven
todavía en la memoria de muchos. Pone su foco en el tema predilecto de todo conflicto bélico: la
muerte. Hay una suerte de otra guerra, esta vez de baja intensidad, en parte verbal, una guerra
simbólica, entre los niños y los adultos de una familia. Los niños juegan en un campo que les han
asignado sus padres como espacio para los juegos; el campo, rodeado de alambres de púas, es la
metáfora de un campo de concentración. Los niños ejercen su beligerancia burlándose a escondidas
de los gestos y modismos de sus enemigos los adultos, y se dedican a atemorizar a una tía que los
visita esporádicamente, una mujer hipersensible ante los temas de la muerte. Esa tía, producto de una
situación azarosa, hace un cambio en su conducta que produce un viraje de actitud en el grupo de
niños.
Vemos que la omnipresente guerra está cartografiada en las consecuencias que genera en la conducta
de quienes no han sido más que sus víctimas, en el presente de la contienda y en sus años posteriores,

incluyendo a uno de sus causantes, como se ha señalado, víctima de una pérdida pero también, y en
especial, de su propia conciencia.
Es para destacar un factor en el devenir de los relatos: en el entorno de esta guerra, espacio que
pareciera tradicionalmente exclusivo de los hombres, no es menor ni es un detalle decorativo la
presencia que el autor le otorga a la voz femenina, en diferentes circunstancias, en los tres relatos.
Se ha dicho que todo escritor veladamente transmite su sentir y que su voz aparece acaso mimetizada
en la voz de los personajes que pueblan su ficción. Tal vez esta afirmación de un personaje exprese la
visión de la vida de Alejandro Bovino Maciel escritor y por qué no, la de todo escritor que seriamente
aborde la pasión por su oficio: “Vine a escribir antes de morir. Todo lo que padezca o goce será
transformado en palabras hasta que las fuerzas me abandonen”.
Otro de los ejes de este notable libro es la historia, su construcción, la recopilación de los bloques que
construyen el edificio, no carente de algunos ladrillos de ilusión (ese alimento que nutre las ideas), de
ficción, de azar, no pocas veces de sesgos mezquinos, de fallos y errores, de vacíos por llenar. Por
eso los buenos escritores de ficciones no tienen poca relevancia; sostengo que para entender la guerra
civil norteamericana hay que leer también algunas novelas de William Faulkner porque las guerras
empiezan a gestarse en las imágenes que pueblan el corazón y la mente de los hombres.
Un personaje adicional pero no secundario en absoluto, que transita como un fantasma este libro es la
memoria, la tradición oral, el paso de boca en boca de hechos, algunos que con el tiempo devienen
mitos, y el celo con que algunas memorias escritas en situaciones precarias son atesoradas,
custodiadas con la vida misma y transmitidas en forma de relato, de memorias de personas que
vivieron la experiencia. Así se conforma el código de origen para desentrañar los hechos de la
historia. Decimos desentrañar, narrar, porque en este terreno y en sucesos del pasado, cuanto más
lejanos más dudoso es conocer con exactitud algo más que ciertos datos de almanaque y
aproximaciones numéricas del horror en el conteo de los cadáveres, salvo la tradición oral y las
narrativas consignadas en algunos registros. Digo esto con todo respeto por los historiadores del
pasado y del presente que deben siempre lidiar con la metáfora de Troya, una guerra cantada en verso
por un ciego. No en vano, y esto es opinión de quien escribe esta reseña, el autor pone en boca de uno
de los personajes, un oficial culto, que en reuniones de la comunidad narraba historias, una síntesis de
la Ilíada, y la historia del caballo de madera para tomar la fortaleza de Troya.
Otro eje para destacar es la religión católica sobre la cual el autor posee un amplio conocimiento.
Esto le permite dar cuenta de los modos en que se expresa la fuerte religiosidad presente en los
hombres y mujeres que habitan las historias narradas, pueblos y costumbres que Alejandro Bovino
Maciel conoce por su nacimiento, niñez y juventud en la provincia de Corrientes y por haber vivido
un tiempo en la república del Paraguay. También el sincretismo expresado por personajes que
fusionan las enseñanzas recibidas o escuchadas de los sacerdotes católicos con las creencias paganas
propias de su cultura originaria, o el caso de algún personaje que desarrollando una especie de
teología propia explica su posición frente a la fe y sus discrepancias con a las versiones oficializadas
por la iglesia.
En el lenguaje de los personajes, especialmente de las mujeres paraguayas, aparecen los giros típicos
que fusionan el español con la lengua guaraní sumando una vitalidad expresiva que agrega énfasis al
sentido de las palabras en las conversaciones, como en el caso, en el relato “El viejo señor
Sarmiento”, cuando el personaje de Rosarito va a visitar a “la vieja sanadora” Dalmacia, una testigo
viva de la matanza en la batalla de Acosta Ñu.

La llamada batalla de Acosta Ñu fue 16 de agosto de 1869, cuando la guerra estaba prácticamente
terminada por el virtual aniquilamiento de los paraguayos. Cualquier adjetivo es mezquino para
describirla. Me limitaré a reproducir textualmente unos fragmentos donde un personaje femenino
expresa con horror, piedad y rabia lo que ocurrió, y esto ya no es ficción:
“A veces, no hace falta tener un cuchillo en la mano para ser asesino, Rosarita. Ese hombre decaído
que bajó del barco era el Presidente de la Argentina en ese tiempo y como jefe aliado tendría que
haber ordenado el fin de la guerra, pero él alentaba la carnicería diciendo que a los paraguayos
habría que matarnos cuando estamos en el vientre de nuestras madres, y eso era lo que hicieron en
Acosta Ñu.”
“Era el mes de agosto de 1869 y los 20.000 soldados de las tropas de la triple alianza se enfrentaron
con 4.000 soldados paraguayos, querida Rosarita, vos no te tenías memoria todavía, eras muy
chiquita, ¿sabés quiénes eran esos soldados paraguayos que restaban después de tantas batallas?
500 eran veteranos enflaquecidos por el hambre y las necesidades, enfermos, algunos sin brazos, sin
un ojo…eran los rezagos que le quedaban al Paraguay después del desastre de esta guerra que
duraba cuatro años, y los otros 3500 eran muchachitos de 8 o 10 años, que se pintaban barbas y
bigotes con tizne para engañar al enemigo”
“Un tendal de cuerpitos tirados en ese campo de sangre, hacé el esfuerzo, Rosarita, imaginate na un
campo verde como Acosta Ñu lleno de pequeños cadáveres degollados con las bocas abiertas y los
ojos desmesurados reflejándose en el cielo pálido de aquella tarde maldita.”
“Quedó el tendal de cuerpecitos tirados en el campo reseco, las madres, que vigilaban desde el
monte escondidas para evitar que sus valientes soldados las ultrajasen, salieron desesperadas a
buscar en esa matanza a sus hijos, esperando hallar alguno que otro con vida”
Entonces, sus valientes militares, para divertirse, ordenaron incendiar el campo de muerte, rodearon
con pólvora los dos matorrales donde soplaba el viento y en un instante ardió todo, esas pobres
mujeres rebuscando entre muertos quedaron atrapadas entre las llamas, las ropas se les prendían
fuego, el humo las asfixiaba, cayeron junto a los cadáveres de los niños, murieron para cumplir lo
que usted había ordenado: que no quedaran paraguayos vivos ni los vientres que les hicieran
renacer.”
En la república del Paraguay el 16 de agosto se ha declarado el día del niño. Se recuerda con actos y
representaciones artísticas la masacre de Acosta Ñu.
Reitero algo enunciado más arriba en esta reseña con relación a Faulkner y la guerra de secesión en
los Estados Unidos. Decíamos que tal vez en muchos casos las obras de los escritores completen ¿o
enmienden? los hechos de la historia y contribuyen a que el lector amplíe su juicio sobre lo aportado
por los historiadores. Este libro de Alejandro Bocino Maciel, sin los fastos que visten las historias
oficiales, de impecable prosa, poblado de imágenes poéticas de gran belleza, de expresiva
sensibilidad y piadoso humanismo, de lectura imprescindible para comprender esa tragedia que fue la
guerra de la triple alianza, la guerra guazú, nos entrega con creces los matices humanos que
completan la historia y amplían su verosimilitud. Bienvenida sea otra vez la publicación de este libro.


Notas:
(1) El Canto de Amor y Muerte del Corneta Cristóbal Rilke – Plaqueta de Ediciones
Universitarias de Valparaiso (sin mas datos)
(2) Odysseas Elytis – Poemas (Selección del Autor) - Ediciones Corregidor - Buenos Aires,1983.

 

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